Uve doble c.

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Savannah BLD

Tengo una historia que contar, un secreto que desvelar y unas cuantas cosas que desmentir. Me refiero al momento baño que en cualquier noche de copas se precie o se tercie o se encaje, que, llegado el momento pasas más la noche en la cola del baño que ligando en el bar, y de ahí la frase entre chicas, ¿me acompañas al baño? Sobre todo porque como tardas tanto tiempo en volver no vaya a ser que al final nada acabe como empezó.

Es ese momento baño que cuando más a gusto estas, mejor te lo estás pasando o más estas ligando te entra la necesidad imperiosa de tener que acabar tan sustanciosa conversación y abandonar el terreno de juego porque sencillamente, no puedes más, es una fuerza imposible de controlar y una presión sicológica que te hace transformarte  en la persona más irascible del mundo mundial.

Pero lo peor está por llegar, primero tienes que cruzarte de una punta a otra el bar cual gincana salvando todo tipo de obstáculos, saludos, bailes forzados y perdida de la orientación, cuando por fin llegas al lugar de destino, ósea el uve doble c de mujeres y te encuentras con una cola que ni la de los conciertos de Justin Timberlake.

Miras a tu alrededor desolada porque piensas que inesperadamente va a surgir de la nada una puerta mágica con un reservado privado para ti ,con un luminoso que ponga” Ven, te estaba esperando”. Ni de coña. Tienes que soportar de pie una media de veinte minutos, una fila de mujeres desesperadas cruzando las piernas  pegando saltitos y preguntando todo el rato: ¿te queda mucho? O ¿quién es la última? Pregunta que duele y mucho porque siempre eres tú.

Entonces es cuando empieza el estudio sicológico patológico de lo que viene siendo usuarias del uve doble c.

La pija con sus perlas y manoletinas que con su cara de buena se sale disimuladamente de la cola, se mete en el urinario masculino y cuando sale es cuando le esperan tres fornidos machos dice: perdón me he confundido. Tal cual.

La fashion victim que, ideala de la lleva pedazo de mono como una segunda piel que no se sabe cómo se lo ha podido meter, a no ser que haya saltado desde el ropero y encajar , sin cremallera ni corchetes ni nada que se parezca, que para quitárselo dentro del baño una tiene que aprobar un master de costura. Ya sabes que a partir de ese momento toda tu vida se retrasa una hora por culpa de su desnudo dentro del baño

La cuenta penas de relaciones rotas y el ex con otra que la acaba de ver y te toca a ti ser su consultora sentimental, que entre el apretón y la comedura de tarro tu conciencia te repite, “¿Por qué has salido esta noche?

Y por último una misma, que te gustaría estar en ese momento en  medio del monte, ser invisible o no tener tanto glamour, porque decidme, al final merece la pena la espera, y es que el repasito de chapa y pintura ante el espejo después de tu turno no te lo quita nadie. Y que se prepare el que te estaba esperando.